¿Cuál es la secuencia neuronal que desarrollamos los seres humanos al lado de nuestros cuidadores?
Según lo señalado por el psiquiatra infantil y neurocientífico Bruce Perry, experto en neurodesarrollo, el cerebro humano se evoluciona en respuesta directa al ambiente que le rodea y es a través de las experiencias repetitivas y predecibles que las redes neuronales se fortalecen y generan funciones emocionales, cognitivas y sociales saludables.
El cerebro humano se desarrolla siguiendo un orden neurosecuencial, desde los primeros momentos de vida y a través del contacto con los cuidadores. Son los primeros meses en que las áreas más básicas se configuran, a través del cerebro reptiliano, que controla las funciones vitales como el ritmo cardíaco, la respiración y los ciclos de sueño. Este desarrollo temprano se ve profundamente influenciado por las rutinas básicas de alimentación, sueño y los momentos de juego calmados y repetitivos que un cuidador amoroso proporciona.
A medida que el niño o niña crece comienzan a desarrollarse las áreas más complejas del cerebro, como el sistema límbico -que regula las emociones- y, posteriormente, el córtex prefrontal -responsable de la autorregulación y el pensamiento racional-. Este proceso está directamente relacionado con las interacciones que el niño o niña tiene con sus cuidadores. Un cuidador presente, paciente y afectivo, que proporciona un entorno seguro ayuda al niño a regular sus emociones, a desarrollar la capacidad de relacionarse y, por tanto, a generar una base sólida para el neurodesarrollo sano.
Cuando un niño o niña ha perdido o no ha tenido ese ambiente protector y repetitivo, el cerebro queda desestabilizado, lo que afecta su capacidad para desarrollar adecuadamente las funciones necesarias para la vida diaria. Pero, sí es posible recuperar el neurodesarrollo entregando esas experiencias fundamentales que se perdieron en etapas tempranas.
Bruce Perry aconseja valorar qué zonas del cerebro están afectadas y propone comenzar las intervenciones con técnicas y terapias centradas en trabajar, en ese orden, dichas zonas del cerebro que necesitan ser estimuladas y recableadas neuronalmente.
Dónde poner atención
Los niños, niñas y adolescentes que han sufrido trauma profundo, por sus experiencias de vulneración temprana son acogidos en residencias de protección con una gran necesidad de estabilidad y seguridad. Y ¿qué se necesita para recuperar el neurodesarrollo?
Rutinas:
Los NNA que han sufrido trauma necesitan un entorno donde las rutinas sean claras, consistentes y predecibles. Para que las experiencias positivas se graben y generen un nuevo camino neuronal al cual acudir deben ser fortalecidas por la repetición. Cuanto más se replique una intervención asemejando cómo se produce el desarrollo del cerebro y más intente aproximarse a su principio de orden neurosecuencial, es más probable que esta resulte exitosa, señala Perry.
Necesidades de desarrollo:
NNA necesitan vivir experiencias repetidas y organizadas que se adapten a sus necesidades de desarrollo. Estas necesidades reflejan el momento en que perdieron estímulos importantes o sufrieron un trauma y no su edad cronológica. Y es desde ahí donde se retoma con estímulos repetitivos que posibilitan la reorganización del cerebro.
Relaciones significativas y estables:
Un cuidador o cuidadora que esté presente de manera afectiva, contendora, persistente e incondicional, que brinde seguridad emocional y física al niño, niña o adolescente es lo que le permitirá reorganizar sus secuencias neuronales. Los cuidadores deben ser pacientes y perseverantes, entendiendo que la recuperación de un niño traumatizado es un proceso largo que requiere repetición, seguridad y comprensión.
Buenas prácticas
Juego terapéutico:
El juego es una herramienta poderosa para que los niños expresen sus emociones y conflictos internos de una manera no invasiva. A través del juego, los niños pueden aprender a relacionarse con los demás, explorar sus emociones y desarrollar habilidades sociales básicas. Este proceso permite que el cerebro vuelva a trabajar en las áreas de la interacción social y el control emocional.
Música y ritmo:
El uso de la música y las actividades rítmicas son herramientas para restaurar el equilibrio emocional en los niños, niñas y adolescentes que han sufrido traumas complejos. Según Perry, pierden los ritmos básicos que se adquieren en los primeros meses de vida, como el mecerse o la sensación del latido del corazón al ser sostenidos por un adulto. La música y el movimiento rítmico les ayudan a restablecer esas conexiones y a regular sus emociones y respuestas al estrés.
Rutinas de contacto físico seguro:
El contacto físico, como los masajes suaves o el simple hecho de estar en contacto con otro ser humano de manera respetuosa, es relevante para los niños, niñas y adolescentes que han sufrido negligencia. Esto les ayuda a recuperar la sensación de pertenencia y a regular su sistema de respuesta al estrés. Sin embargo, es importante que estas intervenciones sean graduales y respetuosas, ya que muchos de ellos y ellas, que han sido abusados o abandonados, pueden sentir rechazo inicial al contacto físico.