¿Qué entendemos por crisis?
Una crisis se define como un estado de desorganización generado por el impacto de una situación inesperada que altera la vida cotidiana y sobrepasa la capacidad habitual de una persona para enfrentar problemas. Este estado puede afectar múltiples áreas, como las emociones, el pensamiento, las conductas y las relaciones. En el caso de niños, niñas y adolescentes, estas situaciones se agravan por su etapa de desarrollo, que puede limitar su capacidad de comprensión y afrontamiento. Las crisis, además, están condicionadas por el significado que cada individuo le atribuye al evento, lo que explica por qué una misma situación puede desencadenar respuestas críticas en unas personas y no en otras.
¿Qué es un protocolo de intervención en crisis?
El protocolo de intervención en crisis es una herramienta que contiene las directrices generales para minimizar minimizar el impacto de un evento traumático y promover el bienestar y crecimiento del niño, niña o adolescente afectado. Se organiza en dos niveles principales:
Intervención primaria:
Se realiza durante el evento crítico con el objetivo de contener al NNA y reducir el riesgo y el tiempo de crisis. Las acciones incluyen: contacto afectivo y escucha activa, análisis de las dimensiones del problema (suceso precipitante, recursos disponibles, decisiones inmediatas); propuesta y ejecución de soluciones inmediatas; acompañamiento protector hasta que la crisis se disipe.
Intervención secundaria:
Se lleva a cabo en las semanas o meses posteriores a la crisis, con un enfoque en la elaboración y resolución de la experiencia. Busca reorganizar al NNA a través de: expresión e identificación de sentimientos, comprensión de los eventos que llevaron a la crisis, integración de compromisos de cambio en el Plan de Intervención Individual (PII), reparación de daños interpersonales.
¿Dónde poner atención?
Para manejar una crisis de forma efectiva, es importante considerar lo siguiente:
Contención adecuada: Sólo debe intervenir la persona adulta con mayor vínculo con el NNA, asegurando un enfoque empático y respetuoso.
Cuidado del cuidador o cuidadora: Si la crisis se prolonga más de 30 minutos, es necesario relevar al personal que interviene para evitar desgaste emocional.
Prevención: Realizar atenciones individuales periódicas e identificar predictores de crisis para actuar anticipadamente.
Ambiente seguro: Garantizar un entorno físico y emocional que facilite la resolución de la crisis y minimice estímulos que puedan intensificarla.
Buenas prácticas en la intervención en crisis
Para garantizar una intervención efectiva y respetuosa, se destacan las siguientes prácticas:
Ambiente seguro: Garantizar un entorno físico y emocional que facilite la resolución de la crisis y minimice estímulos que puedan intensificarla.
Fomentar la autorregulación: Ayudar al NNA a identificar sus emociones y generar alternativas para manejar la situación.
Coordinar al equipo: Asegurar que todos los integrantes estén capacitados y preparados para actuar según el protocolo establecido.
Registrar y evaluar: Documentar las crisis y las acciones realizadas para ajustar estrategias y prevenir futuros eventos.
Incorporar aprendizajes al PII: Integrar los compromisos y cambios derivados de la crisis en el Plan de Intervención Individual del NNA para fortalecer sus capacidades de afrontamiento.