¿Cuáles son los principios básicos para el trabajo con familias de niños, niñas y adolescentes en residencias de protección?
Trabajar con familias y/o adultos significativos en residencias de protección requiere un enfoque sensible y centrado en sus capacidades reales y en las necesidades de los niños, niñas y adolescentes.
Además, este enfoque debe ser colaborativo, respetuoso y que aborde sus necesidades y las de sus familias desde una perspectiva amplia y contextualizada.
Orientaciones para lograr intervenciones efectivas
Centrarse en el interés superior del NNA:
La opinión del niño, niña o adolescente debe ser escuchada y considerada en la relación con su familia o adultos significativos. Es importante buscar mantener vínculos positivos con la familia nuclear, extensa o adultos que sean figuras de apoyo, priorizando siempre su bienestar.
Adoptar un enfoque ecológico:
Comprender el contexto social, económico y cultural en el que se desarrollan las familias, considerando las necesidades de los NNA, las competencias parentales y los factores del entorno que afectan a la familia.
Reconocer el trauma intergeneracional:
Muchas familias de contextos residenciales han vivido historias de trauma que impactan su capacidad de cuidado. Trabajar sobre estas historias, con apoyo terapéutico y social, ayuda a comprender problemas emocionales o conductuales e incluso de salud mental al adulto responsable del NNA y generar un plan de trabajo atingente.
Comprender el contexto de pobreza:
La mayoría de las familias en el sistema residencial vive en situaciones de precariedad. Eliminar prejuicios sobre las “familias problemáticas” y enfocarse en apoyarlas de manera efectiva, conectándolas con servicios y redes comunales que cubran sus necesidades básicas.
Incorporar el enfoque de género:
Es importante no cargar a las madres con la responsabilidad total del cuidado de los hijos. La corresponsabilidad entre padres, abuelos u otros miembros de la familia es fundamental para el bienestar de los NNA. Los equipos deben fomentar la igualdad de género en el cuidado, sin caer en estereotipos.
Apoyar la comprensión de la adolescencia:
Las familias necesitan herramientas para comprender los rápidos cambios que enfrentan los y las adolescentes en esta etapa. La disciplina positiva, la comunicación respetuosa y el establecimiento de límites son aspectos que deben trabajarse para fortalecer el vínculo familiar.
Involucrar a la familia en el plan de trabajo:
Las familias deben ser parte activa en la definición de los objetivos del trabajo terapéutico. Incluir sus opiniones en el plan de trabajo permite una intervención más efectiva y un compromiso compartido en el proceso de cambio.
Ampliar el concepto de familia:
Es fundamental reconocer una definición amplia de familia, que incluya no solo a la familia nuclear y extensa, sino también a otros adultos significativos que juegan un rol importante en la vida de los niños, niñas y adolescentes.
Respetar la diversidad y la interculturalidad:
Esto implica no juzgar las costumbres culturales de las familias migrantes o de pueblos originarios y respetar la diversidad sexual de los miembros de la familia.
Coordinación entre el equipo de trabajo y la familia:
El trabajo con las familias debe ser coherente y bien coordinado entre el equipo psicosocial de la residencia de protección. Monitorear los avances y adaptar los planes de trabajo es clave para asegurar el buen desarrollo de la intervención.
Restituir el derecho vulnerado:
Antes de la reunificación, es fundamental asegurarse de que el entorno familiar sea seguro y que no haya riesgo de revictimización. El proceso debe incluir la intervención judicial adecuada y el seguimiento de las condiciones del entorno familiar del niño, niña y adolescente.