¿Por qué es esencial cuidar al equipo?
Trabajar en residencias de protección implica un compromiso emocional y profesional constante. Los equipos enfrentan el desafío de abordar y acompañar a niños, niñas y adolescentes que han sufrido graves vulneraciones de derechos, lo que genera altos niveles de estrés y desgaste emocional.
La falta de retroalimentación o el sentimiento de ineficacia en los resultados del trabajo realizado pueden llevar a quienes forman parte de los equipos de las residencias a experimentar frustración y desmotivación. El desgaste profesional, conocido como burnout, afecta su desempeño, la calidad de atención ofrecida a los NNA y su bienestar.
En este contexto, generar un entorno que otorgue seguridad, predictibilidad, proximidad, claridad en los procesos y funciones, formación continua, incentivos y reconocimiento de logros colectivos e individuales, es relevante para el cuidado de los equipos.
La implementación de estrategias tendientes a asegurar el bienestar de quienes cuidan, tanto a nivel institucional como dentro de los equipos mismos, posibilita una atención más humana y eficaz para los niños, niñas y adolescentes y sus familias.
Formas de cuidado de equipos
El cuidado integral en residencias de protección requiere de tres niveles de cuidado: el institucional, el colectivo y el personal. Estos deben trabajarse de manera complementaria. La interacción entre estos tres niveles genera un entorno laboral resiliente, capaz de sostener la labor de protección de NNA.
Institucional:
Se genera un entorno que facilita el bienestar de los equipos mediante un liderazgo justo, entornos laborales seguros y medidas que equilibren las demandas laborales con la vida personal. Estas acciones protegen a los equipos del estrés laboral y establecen las condiciones necesarias para que el equipo pueda funcionar de manera cohesionada y solidaria.
Colectivo:
Surge cuando el equipo aprovecha estas condiciones para reforzar la cohesión y promover el apoyo mutuo. Esto implica organizar redes internas de colaboración, fomentar el respaldo entre pares y habilitar espacios donde los y las integrantes del equipo puedan expresar y procesar sus emociones. Este nivel depende en gran medida del entorno creado por la institución, pero también de la disposición de sus miembros para construir relaciones de confianza y empatía.
Individual:
Las y los trabajadores deben ser conscientes de las altas demandas emocionales del trabajo y hacerse responsables individualmente favoreciendo las instancias de descompresión y rutinas saludables, fortalecen la capacidad para enfrentar el estrés, alimentan el cuidado colectivo y consolidan la base para que las iniciativas institucionales tengan un impacto más efectivo y duradero.
Buenas prácticas
A continuación, se detallan buenas prácticas aplicables en cada nivel de cuidado:
Construyendo un vínculo bien tratante que les brinde la posibilidad de creer en un mundo adulto en el cual pueden confiar.
- Liderazgo y justicia laboral: Un liderazgo justo y transparente fomenta un ambiente de confianza y respeto.
- Distribución equilibrada de tareas: Evitar la sobrecarga laboral mediante una asignación justa de casos y plazos realistas.
- Seguridad en el entorno laboral: Garantizar espacios de trabajo seguros y adecuados para el desempeño de las funciones.
- Reconocimiento del trabajo: Valorar los logros del equipo a través de incentivos y reconocimientos formales.
- Comunicación efectiva: Promover un flujo constante de información que fortalezca la cohesión y evite confusiones.
Cuidado colectivo:
- Apoyo entre pares: Fomentar relaciones de colaboración y disposición para ayudar en momentos de crisis.
- Organización en redes: Crear redes profesionales internas y externas que faciliten el intercambio de recursos y experiencias.
- Espacios de vaciamiento emocional: Habilitar momentos donde los equipos puedan expresar sus emociones y aliviar tensiones.
- Primera Ayuda Psicológica (PAP): Capacitar a los equipos en técnicas básicas de apoyo psicosocial.
Cuidado individual:
- Reconocimiento: Identificar y aceptar las propias necesidades emocionales para abordarlas adecuadamente.
- Rutinas saludables: Establecer hábitos que promuevan el equilibrio entre la vida laboral y personal.
- Instancias de descompresión: Participar en actividades que permitan desconectarse temporalmente del trabajo.