¿A qué nos referimos con actividad física?
La actividad física es cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos que requiere gasto de energía. Esto incluye el ejercicio formal, pero también actividades cotidianas como el juego, las tareas domésticas, el traslado activo como caminar o andar en bicicleta, y otras actividades recreativas.
La Organización Mundial de la Salud, OMS, señala que el deporte, como parte de la actividad física, contribuye a mejorar la aptitud física y el bienestar mental, al tiempo que fomenta la interacción social y puede potenciar habilidades sociales y colaborativas en todos los niveles.
Además de contribuir al bienestar físico, la actividad tiene efectos positivos sobre la función cognitiva, mejorando el desempeño académico, la memoria y la función ejecutiva de niños, niñas y adolescentes. Además, tiene beneficios directos sobre el bienestar psicológico y social. Reduce el riesgo de depresión y puede ser tan efectiva como las terapias psicológicas o farmacéuticas en la reducción de síntomas depresivos. Ayuda a prevenir enfermedades y contribuye a evitar el sobrepeso.
Dónde poner atención
- Es importante prestar atención a la frecuencia e intensidad de la actividad física que realizan los niños, niñas y adolescentes. Según la OMS, los niños, niñas y adolescentes de entre 5 y 17 años deben acumular al menos 60 minutos de actividad física moderada a vigorosa diariamente. Actividades cotidianas como caminar, andar en bicicleta o subir escaleras pueden integrarse en su rutina diaria.
- Cuando se trate de ejercicios más intensos, como el entrenamiento de fuerza o deportes competitivos, es importante que las actividades sean supervisadas por profesionales para garantizar que estas sean adecuadas para su desarrollo físico y emocional.
- Igual de relevante es limitar el tiempo dedicado a comportamientos sedentarios, especialmente frente a pantallas, ya que un mayor sedentarismo está asociado con efectos negativos en la salud cardiometabólica, la forma física, la conducta y la calidad del sueño.
- Los niños, niñas y adolescentes que adoptan hábitos de vida activa tienen mayores probabilidades de mantener estos comportamientos en la adultez, lo que contribuye a una vida saludable y equilibrada.
Buenas prácticas para implementar en residencias:
- Es importante tener presente que, para fomentar la actividad física, los adultos deben ser modelos a seguir, demostrando un estilo de vida activo. Elegir caminar en vez de tomar movilización, cuando se pueda; subir escaleras en vez de tomar el ascensor; participar de actividades recreativas o en deportes son ejemplos que podemos entregar a niños, niñas y adolescentes a nuestro cuidado.
- Incorporar actividades cotidianas que involucren movimiento como caminatas, incentivar el orden y limpieza bailando, hacer pausas activas durante la rutina diaria, etc.
- Es fundamental ofrecer oportunidades para que los niños, niñas y adolescentes participen en actividades que disfruten, evitando asociar la actividad física con castigos o presiones.
- La actividad física debe ser divertida y lúdica, sobre todo en etapas tempranas, para que niñas y niños desarrollen una relación positiva con el ejercicio.
- Es recomendable promover juegos cooperativos y eliminar estereotipos de género, permitiendo que tanto niñas como niños participen en las mismas actividades.
- Proyectos comunitarios y escolares, como clases gratuitas de deportes o iniciativas de recreación, pueden ser herramientas poderosas para integrar a los niños, niñas y adolescentes, a una vida activa y saludable.