¿Cuál es la relevancia de los círculos familiares?
La crianza y el cuidado de niños, niñas y adolescentes que han vivido situaciones de vulnerabilidad o trauma, al interior de sus núcleos, es un desafío emocional y psicológico para madres, padres o adultos significativos, que deben descubrir sus fortalezas y trabajar sus debilidades para una reunificación familiar que se sostenga en el tiempo.
En este contexto, generar redes de apoyo entre pares, a través de grupos guiados, puede abrir un espacio de acompañamiento y comprensión, que fomenta la posibilidad de intercambiar ideas y soluciones prácticas para enfrentar las dificultades -muchas veces comunes-, instalando una sensación acogedora y poderosa de no estar solos ni solas en el camino.
La conexión entre ellos y ellas refuerza el sentido de pertenencia y contribuye a mejorar la relación con los niños, niñas y adolescentes.
¿Dónde poner atención al guiar y formar estos grupos?
- Neutralidad y respeto por las diferencias: El rol de quien está facilitando es fundamental para crear un ambiente donde todas las voces sean escuchadas sin juicio. Cada participante debe sentirse valorado y sus experiencias, respetadas. Las creencias y valores de quienes integran el grupo pueden variar ampliamente, por lo que es crucial que quien facilita actúe como un moderador neutral que ayude a encontrar puntos en común.
- Adecuación cultural y contextual: Es importante que los temas abordados en los grupos se ajusten a su contexto cultural y social. Esto garantiza la relevancia del contenido discutido y fomenta una mayor participación y compromiso de los miembros.
- Participación activa: Los y las participantes deben tener la oportunidad de decidir qué temas abordar y qué tipo de apoyo necesitan. Esto aumenta su sentido de control y relevancia dentro del grupo. Además, al permitirles practicar nuevas habilidades y estrategias dentro de un entorno seguro, se fomenta su autoconfianza y autoestima.
- Flexibilidad en los horarios y la logística: Tener en cuenta las restricciones de tiempo y recursos de las y los participantes para adaptar la frecuencia y los horarios de los encuentros a sus necesidades con el fin de facilitar su participación y compromiso con el grupo.
Buenas prácticas
Fomentar el intercambio de experiencias:
Los grupos deben estar estructurados de manera que se promueva la conversación abierta y el intercambio de experiencias entre las/ los cuidadores. Esto refuerza el sentido de comunidad y permite a las/ los participantes aprender unos de otros y aplicar soluciones que quizás no habrían considerado.
Facilitar un espacio seguro:
Los grupos deben ser entornos donde se pueda hablar libremente sobre las preocupaciones sin miedo a ser juzgados. Crear un espacio de confidencialidad y respeto mutuo es clave para que las/ los participantes se sientan cómodos compartiendo sus historias y emociones.
Refuerzo positivo y apoyo mutuo:
Una de las claves del éxito de estos grupos es la capacidad de las/ los participantes para apoyarse mutuamente y celebrar los pequeños logros. El refuerzo positivo es esencial para mantener el ánimo y la motivación, especialmente en circunstancias difíciles.
Promover el autocuidado de las/ los cuidadores:
El bienestar de las familias o adultos significativos, con quienes se trabaja en la reunificación con los niños, niñas y adolescentes es fundamental para que les puedan ofrecer un apoyo sólido y constante. Por lo tanto, se deben discutir estrategias de manejo del estrés y prevención del agotamiento, además de entregar y reflexionar sobre la prevención de la violencia en el hogar y las estrategias que permiten mantenerse como personas adultas saludables.