La importancia de las rutinas y hábitos en el desarrollo psicológico de niños, niñas y adolescentes

El establecimiento de rutinas y hábitos estables en la vida de niños, niñas y adolescentes es clave para apoyar su organización psicológica, al crear un entorno predecible y seguro. Esto es especialmente relevante en el caso de quienes han vivido experiencias de vulneración y trauma, como los niños, niñas y adolescentes en residencias de protección, quienes pueden tener niveles de desarrollo afectados.

El trabajo de los cuidadores se basa en la repetición, la paciencia y la presencia constante, permitiendo que el NNA estabilice sus funciones psicológicas de forma progresiva, alcanzando una mejor integración tanto a nivel físico, emocional y social.

Dónde poner atención

Para estabilizar a un niño, niña o adolescente en las distintas funciones psicológicas afectadas, los cuidadores y cuidadoras deben identificar el nivel de organización psíquica que el NNA no ha logrado consolidar, de manera de aplicar estrategias concretas, basadas en hábitos y rutinas.

Estabilización de las funciones físicas:

Los cuidadores deben crear rutinas fijas de alimentación, higiene y sueño para ayudar a regular el cuerpo del niño o niña. Esto incluye hablarles calmadamente, resonando con sus emociones para reducir su ansiedad. También es importante realizar cambios suaves en las rutinas diarias, evitando transiciones bruscas que puedan generar desestabilidad. El objetivo es ayudarles a regular su nivel de excitación, respiración, digestión, frecuencia cardíaca y temperatura corporal.

Estabilización de las funciones sensoriales:

Los cuidadores deben actuar como filtros estabilizadores. Por ejemplo, si el niño o niña se siente abrumado por luces intensas o ruidos fuertes, es necesario reducir estos estímulos. La presencia constante del adulto les ayuda a coordinar sus acciones y a separar fantasía de realidad. Repetir las tareas cotidianas hasta que puedan realizarlas por sí mismos es fundamental para el desarrollo de esta función.

Estabilización de las funciones sensoriomotrices:

En esta fase, el objetivo es coordinar acciones y movimientos de forma más automática. Las educadoras o educadores deben estar presentes para guiar al niño o niña en tareas cotidianas que requieran coordinación, como subir escaleras o lanzar una pelota, repitiendo estas actividades hasta que logren realizarlas sin ayuda.

Estabilización de las funciones de la personalidad:

Aquí, el NNA empieza a integrar pensamiento, discurso, emoción y memoria, lo que le permite prever y resolver problemas. Las educadoras y educadores pueden dialogar y razonar con el NNA, enseñándole a negociar y resolver conflictos interpersonales. Es recomendable fomentar la interacción con otros NNA que están en la residencia para desarrollar habilidades sociales y de resolución de problemas.

Estabilización de las funciones sociales:

El NNA debe ser capaz de atribuir significado a los pensamientos y emociones de los demás. Si no puede ponerse en el lugar de otros, es necesario trabajar en los niveles previos de desarrollo antes de continuar. Quienes trabajan en residencias deben observar si el NNA comprende los deseos e intenciones de otros y facilitar actividades que promuevan esta habilidad, como juegos de roles o situaciones grupales que simulen interacciones sociales.

Buenas prácticas

Adaptar las rutinas a cada niño y niña: No todos los NNA son iguales y lo que funciona para uno puede no funcionar para otro. Es fundamental observar y escucharles para reconocer y entender sus necesidades y ajustar las rutinas a su personalidad y ritmo de desarrollo. Esto ayuda a que las rutinas sean más efectivas y se alineen con su capacidad de procesamiento sensorial y cognitivo, sin generar frustración en ellos y ellas, ni en los adultos a cargo.

Establecer rutinas paso a paso, fomentando la autonomía progresiva: Lo ideal es integrar a NNA de manera gradual en los distintos quehaceres y responsabilidades de las rutinas establecidas. Comenzar con pequeñas tareas repetitivas, para luego ir sumando responsabilidades conforme el NNA se siente más seguro y autónomo. Esto refuerza su autonomía y les enseña valores como la corresponsabilidad y el compromiso.

Fomentar el diálogo y la comunicación: Aunque cuidadores y cuidadoras deben establecer las normas y rutinas básicas, involucrar a los NNA en el proceso puede hacer que se sientan más partícipes. Fomentar un diálogo activo, que les permita expresar sus sentimientos, ayuda a crear un ambiente más colaborativo y comprensivo.

Ser coherentes pero flexibles: Aunque es importante mantener una estructura clara, también es útil ser flexible en ciertos momentos. Mantener un equilibrio entre rutina y flexibilidad, por ejemplo, 80% rutina y 20% flexibilidad, permite que los NNA se adapten sin sentir rigidez.

Incorporar juegos y desafíos: Para que las rutinas sean motivadoras, presentarlas como desafíos o juegos puede hacerlas más atractivas. Esto fomenta la participación activa y refuerza los hábitos de una manera lúdica.

Motivación y refuerzo positivo: Para que las rutinas se consoliden, es importante reforzar los logros de los NNA de manera positiva. Celebrar pequeñas victorias y progresos fortalece la confianza en sí mismos y su disposición para mantener los hábitos​.

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