¿Cuál es la importancia de la formación y mejora continua en las residencias de protección?
El objetivo principal de la formación y capacitación constante de los equipos en residencias de protección es lograr intervenciones más eficientes y emocionalmente seguras, respondiendo adecuadamente a las necesidades de los niños, niñas y adolescentes que han sufrido vulneraciones de derechos.
Estos procesos, que deben ser sistemáticos y periódicos, buscan mejorar las competencias profesionales y mantener la cohesión y la eficacia en los métodos de intervención. Al adoptar una cultura de aprendizaje continuo, se fortalece el bienestar emocional y la resiliencia del equipo, lo que repercute directamente en la calidad de la relación e intervención con los niños, niñas y adolescentes.
Dónde poner atención
Autobservación y coevaluación del estado emocional:
Esto permite al equipo al cuidado de NNA detectar sus propios estados emocionales, evitando el desgaste y aumentando su capacidad de respuesta ante las demandas emocionales del trabajo. Al ser conscientes de su estado, los equipos están mejor preparados para proporcionar un apoyo emocional adecuado a los niños, niñas y adolescentes.
Adaptación de la intervención a las necesidades individuales de los NNA:
Comprender la historia y contexto relacional de cada niño o niña permite a los equipos ajustar sus respuestas de acuerdo a las necesidades específicas de cada caso. Esta adaptación incluye acciones como mantener un tono de voz suave, respetar la distancia adecuada y priorizar la conexión antes de confrontar. Estas estrategias crean un entorno seguro y de confianza, donde los NNA pueden sentir que sus necesidades son reconocidas y atendidas.
Cuidados para el equipo:
Visibilizar la necesidad de proteger el bienestar del equipo y la importancia de cuidarles y cuidarse a sí mismos para estar en condiciones de cuidar a otros, ayuda a construir un sistema de trabajo donde los equipos pueden mantener la disponibilidad emocional y capacidad de respuesta más efectivas para enfrentar los desafíos de la intervención.
Buenas prácticas:
Supervisión y retroalimentación constante:
Asegurar que la supervisión sea oportuna y que responda a las necesidades tanto prácticas como emocionales del equipo.
Liderazgo positivo:
Los líderes organizacionales deben promover un ambiente de trabajo saludable y un modelo de intervención efectivo.
Carga laboral balanceada:
Asegurar que el personal tenga suficiente tiempo para equilibrar su vida personal y profesional.
Evaluación de desempeño:
Realizar evaluaciones y retroalimentación periódica y constructiva.
Condiciones laborales adecuadas:
Ofrecer beneficios y proyecciones profesionales acordes con la carga de trabajo, así como regular la carga de trabajo para permitir un equilibrio entre vida personal y profesional.
Entorno físico seguro:
Proveer espacios de trabajo que promuevan la seguridad y el bienestar. Incluir protocolos claros de intervención y gestión de riesgos en el trabajo residencial. Integrar principios informados sobre trauma en las políticas institucionales.
Relación con el entorno:
Sensibilizar a las familias, la comunidad y otros actores clave sobre la labor que realizan las residencias.
Herramientas especializadas:
Dotar al equipo, en forma permanente, de métodos y herramientas que permitan intervenir de forma efectiva en situaciones complejas.
Implementación de grupos de autocuidado:
Crear espacios para la prevención del desgaste emocional y el tratamiento de traumas secundarios.