¿Qué son las habilidades marentales y parentales?
Son las capacidades prácticas que tienen las personas adultas para cuidar, proteger y educar a niñas, niños y adolescentes, asegurándoles un desarrollo integral.
La evaluación de estas capacidades permite determinar las áreas que requieren intervención y aquellas en las que madres, padres o familia muestran fortalezas, y contribuye a diseñar estrategias de intervención adaptadas a sus necesidades, vulnerabilidades específicas, así como a optimizar sus fortalezas para proteger y educar a sus hijos.
La evaluación de las habilidades marentales o parentales, en el contexto del diagnóstico integral, se realiza mediante una combinación de herramientas, como entrevistas clínicas, observaciones directas e instrumentos estandarizados, que permiten obtener una visión integral del contexto familiar. En muchos casos, el uso de modelos facilita una evaluación estructurada, permitiendo a los profesionales identificar patrones de relación, estilos de comunicación y prácticas de cuidado.
Dónde poner atención
- Tener en cuenta que las competencias marentales y parentales no son estáticas, sino que varían en función de las circunstancias que las familias enfrentan en un momento dado. Esto significa que el diagnóstico debe reconocer que las habilidades de cuidado pueden cambiar dependiendo del contexto.
- Factores contextuales como las condiciones socioeconómicas, la cultura, el entorno físico y social, y las condiciones habitacionales afectan directamente las competencias parentales, por lo que deben ser considerados en el diagnóstico integral.
- La evaluación debe ir más allá de las habilidades individuales de madres, padres o familiares, abordando los factores externos que pueden limitar o fortalecer el ejercicio de la parentalidad y la relación con los niños, niñas y adolescentes.
- Identificar y abordar los factores contextuales al realizar el diagnóstico, permitirá realizar una mejor conexión con las redes comunales y territoriales adecuadas para cada caso, de modo que las familias puedan acceder al soporte necesario para mejorar sus desarrollando y fortaleciendo sus habilidades.
Buenas prácticas
En el diagnóstico integral, la evaluación de las habilidades marentales y parentales se estructura en varias áreas fundamentales, basadas en los modelos de crianza positiva y enfoques como el del psiquiatra Jorge Barudy, que propone poner en valor lo siguiente:
Capacidad de proteger:
Habilidad para crear un entorno seguro y estable para los niños, niñas y adolescentes; libre de amenazas, abuso y negligencia. Involucra la identificación de riesgos y la toma de decisiones que prioricen el bienestar y la seguridad de NNA. Incluye la capacidad de actuar de manera preventiva, reduciendo los peligros a los que pueden estar expuestos sus hijos e hijas.
Capacidad de proveer cuidado y atenciones básicas:
Garantizar el bienestar físico y emocional de niños, niñas y adolescentes mediante el acceso a recursos básicos como alimentación, vivienda, ropa y atención médica. Este cuidado debe ser afectivo además de físico, promoviendo una relación cercana y de confianza que facilite un apego seguro. También incluye la capacidad de organizar rutinas estables y generar espacios de calidad en el tiempo compartido.
Capacidad de responder sensiblemente a las necesidades emocionales del NNA:
Abarca la empatía y sensibilidad emocional de madres, padres o familia para responder a las necesidades emocionales de NNA, como el miedo, la tristeza o la ansiedad.
Capacidad de estimular y favorecer el desarrollo:
Capacidad de fomentar el desarrollo cognitivo, emocional y social de niños, niñas y adolescentes, mediante el estímulo adecuado para cada edad favoreciendo su autonomía progresiva. Esto se traduce en ofrecer oportunidades de aprendizaje y alentar la curiosidad y habilidades, incentivando un ambiente en el que el NNA se sienta motivado a descubrir y explorar su entorno.
Capacidad de guiar y socializar:
Esta competencia incluye la disciplina positiva, que se basa en el establecimiento de límites y consecuencias de forma respetuosa y coherente, sin recurrir a la violencia o el abuso. Capacidad de transmitir y enseñar valores y comportamientos que les permitan desarrollarse de manera sana dentro de la sociedad.
Capacidad de cuidar la propia salud mental:
Posibilidad de reconocer y gestionar el estrés en momentos de crisis, ya que una madre, padre o adulto significativo emocionalmente equilibrado está mejor preparado para responder a las necesidades de los hijos e hijas de forma consistente y comprensiva.
Capacidad para aceptar la historia personal y superar el dolor:
Conocida como resiliencia implica la capacidad de madres, padres o familiares para reconocer y aceptar su propia historia personal, en especial si incluye experiencias traumáticas o adversas. La superación de estos episodios permite construir vínculos saludables con los NNA, evitando transferir patrones dañinos o conductas destructivas. Esta habilidad implica un proceso de resignificación de experiencias.