Su carrera fue moldeada por su primera experiencia laboral en una residencia para NNA. Al poco tiempo de haber comenzado en este entorno, un grupo de jóvenes le confió que estaban siendo víctimas de abuso sexual. Este evento impactó profundamente su vida y la orientación de su carrera profesional, definió sus principales áreas de interés y especialización. La gravedad de la situación revelada por los jóvenes le impulsó a profundizar en el estudio y la comprensión de «todo lo que tiene que ver con el abuso sexual, el impacto en las personas, la violencia en general y los sistemas proteccionales», dice. Al mismo tiempo, desarrolló un fuerte compromiso con lo que llama el «tema residencial», convencido de la necesidad de mejorar y reformar los sistemas que atienden a niños, niñas y adolescentes que han sufrido grave vulneraciones de derechos.
Hablamos de Felipe Paredes, psicólogo de la Universidad Católica de Valparaíso, diplomado en Terapia Narrativa Pranas, máster en Ciencias en Salud Mental Infantil y adolescente de King’s College London y ©doctor en estudios sobre niños y adolescentes de la Universidad de Sussex, quien en su práctica profesional ha trabajado en distintos programas del ex SENAME, dirección de residencias y CAVAS. Actualmente reside en Inglaterra, donde se encuentra investigando sobre cuidados alternativos y experiencias de transición.
Esta nota está basada en extractos del webinar “Diagnóstico familiar integral”, organizado en 2023 por la Corporación Crecer Mejor, en el que Felipe fue expositor para decenas de profesionales que trabajan en residencias de protección.
La importancia del diagnóstico
Para Felipe, uno de los principales problemas del sistema actual es la rigidez con la que se concibe el proceso diagnóstico en el sistema de protección, manifiesto en el marco legal que regula la protección infantil en Chile. «La ley tiene una visión con respecto al proceso diagnóstico que es pensada en un solo momento» – nos contó- destacando que esta perspectiva contrasta con la naturaleza continua y dinámica de la intervención en casos de abuso o violencia.
En su experiencia, el diagnóstico inicial, tal como está establecido en la ley, es insuficiente para abordar adecuadamente las complejidades de cada caso. Nos explicó que, en la práctica, el entendimiento completo de la situación de un NNA a menudo emerge solo después de meses de intervención. Nos ejemplificó con su experiencia en CAVAS, donde las realidades de abuso sexual sufridas por los y las jóvenes frecuentemente se revelaban mucho más extensas de lo que inicialmente se había informado. «En los primeros meses nunca teníamos real claridad con respecto a las situaciones de violencia o abuso que había vivido un joven o un niño o niña, sino que alrededor de los seis meses nos encontrábamos que la derivación por una situación de abuso se transformaba en tres años de abuso», subrayando que las intervenciones deben ser flexibles y adaptarse a nueva información a medida que esta se recaba.
En su opinión, para mejorar verdaderamente el sistema de protección infantil, es fundamental que las leyes reflejen la realidad de la intervención como un proceso continuo y adaptativo. “Esto es bastante complejo, puesto que los que tenemos experiencia trabajando en el servicio y en el sistema proteccional en general, sabemos que cuando empezamos a intervenir necesitamos información con respecto a las familias, necesitamos no solamente la información que sea entregada a través de, quizá, una reunión de coordinación con un informe que nos dé luces con respecto a qué es lo que puede hacer”.
Hizo hincapié en que “la intervención proteccional es un continuo que pasa desde la coacción, es decir de la obligación a la colaboración” y para Felipe es primordial entender este contexto coactivo. “Nuestra intervención, parte desde la orden del tribunal de familia. Asumirlo y generar un contexto de conversación con respecto a eso. Entender que la persona que esté al frente puede sentir culpa, miedo, vergüenza, tristeza”. Y continuó con un aprendizaje que rescata de sus años de formación en la universidad. “Cuando estábamos entrenándonos en el ámbito clínico, uno de mis profesores decía: ‘todos somos un héroe en nuestra propia historia’. Y eso también tenemos que entenderlo con las familias, aunque nos cueste comprender que esas personas justifiquen sus acciones, pero dentro de esa justificación vamos a encontrar lógicas. Y esas lógicas son las que podemos llegar a trabajar”.
La capacitación en residencias
La capacitación en residencias es definida como un tema crítico dentro del sistema de protección infantil por Felipe. Resalta que la capacitación no es solo un componente deseable, sino una necesidad esencial para asegurar el bienestar de los NNA y la eficacia del personal en estas instituciones.
Comentó que, en las residencias, las crisis son eventos recurrentes que pueden variar en intensidad y consecuencias. Estas crisis, como episodios de violencia, intentos de autolesión o conflictos entre los NNA, son situaciones de alta complejidad que exigen una respuesta rápida y adecuada. Sin embargo, Felipe argumentó que, debido a la falta de una capacitación apropiada, muchas residencias terminan atrapadas en un ciclo de manejo reactivo de crisis en lugar de una intervención preventiva. «Nos volvemos hábiles para manejar crisis, pero no sabemos hacer intervención», señala, sugiriendo que esta dinámica no solo perpetúa las crisis, sino que también las agrava con el tiempo.
Nos señaló a modo de ejemplo que un monitor capacitado podría notar cambios en el comportamiento de un NNA, como insomnio, irritabilidad o retraimiento, y usar estas observaciones como una oportunidad para establecer un diálogo significativo con el niño o niña. “Estamos en una residencia y un joven que se levanta en la noche. Yo esperaría que la capacitación asociada a los monitores nocturnos permitiera que ese monitor pudiese tener una conversación con respecto a qué es lo que le está pasando a ese niño -dijo-. Y no me diga se despertó en la noche no más, sino que se siente, le pase el té, converse, pueda interiorizarse con respecto a cómo funciona este despertar, si quedó angustiado y esto pasa tres veces a la semana, cuatro y siempre con el mismo contenido.
Entonces puede llegar a ese momento decisional donde le dice ‘y esto ¿cómo te afecta en el resto de tu vida?’ Y que el joven le pueda decir ‘estoy más enojado en la mañana’. Que pueda hacer esas conexiones y llegar a la decisión de decirle: ‘¿y si nos juntamos con la psicóloga de la residencia?, si quieres yo te acompaño o si quieres yo le cuento y ella se acerca, ¿cómo prefieres que lo hagamos?’”.
Este tipo de intervención no solo ayuda a desactivar posibles crisis, recalca Felipe, sino que también fortalece la relación de confianza entre el NNA y el personal, lo que es fundamental para su bienestar emocional y desarrollo. “Ese monitor tiene que estar entrenado en este ámbito, porque si no perdemos la oportunidad. Y cuando dejamos pasar oportunidades en contexto residencial la pagamos en un ratito más”.
Para Felipe la capacitación debe incluir técnicas de comunicación efectiva, manejo del estrés y resolución de conflictos. Estas habilidades no solo mejoran la capacidad del personal para manejar situaciones difíciles, sino que también les permiten apoyar mejor a los NNA en su proceso de adaptación y recuperación.
Subrayó que, sin la formación necesaria, los monitores y tutores pueden sentirse abrumados, lo que afecta no solo su desempeño, sino también su bienestar emocional. “¿Quién no está cansado después de un niño que te quebró tres vidrios, sacó el pedazo de vidrio, se quería matar, se lo quería enterrar acá, llamaste al SAMU, a carabineros, tuviste toda esa batahola de situaciones, quedas tiritón, llegas a tu casa y cuánto te demoras en desconectarte de eso? Y eso tiene mochila, y esa mochila significa las licencias que tenemos en nuestro sistema”.
Pese a la serie de desafíos del sistema, Felipe cerró con una mirada esperanzadora. “Tenemos que avanzar en lo técnico y hoy en día tenemos una gran oportunidad, están los recursos, está el interés, está el apoyo político”.