Compatibilizar el bienestar de NNA y el de trabajadores en residencias

La violencia que reciben trabajadoras y trabajadores de residencias por parte de los mismos niños, niñas y adolescentes a quienes cuidan, se ha convertido en uno de los factores determinantes de la alta deserción laboral y de presentación de licencias médicas asociadas a su servicio. Y, contradictoriamente, a pesar de su importancia, se ha relegado a un lugar secundario.

Un factor determinante para la permanencia de quienes trabajan en residencias es dejar de asumir la violencia como una característica intrínseca de su labor, y entender que el bienestar de las y los trabajadores es compatible con el bienestar de los  NNA y sus familias.

Pensar y generar espacios libres de violencia, con la institución y los equipos que forman parte de ella, es la propuesta de las investigadoras Magdalena Calderón y Daniela Díaz, coautoras de la “Guía práctica de prevención de la violencia hacia trabajadores de protección especializada”.

Conversamos con Daniela, consultora en materias de niñez y políticas públicas, trabajadora social y magíster en sociología, quien enfatiza al señalar que “del bienestar de los trabajadores depende de que la intervención funcione. Depende de poder mejorar los niveles de rotación, que es uno de los grandes problemas que enfrentamos. Si hay rotación, ¿cómo vamos a generar vínculos?, ¿cómo vamos a poder implementar las orientaciones técnicas, por más bien diseñadas que estén?”.

En términos prácticos, “el gran desafío es empezar a conversar de estos temas, que ni siquiera son temas que se estén trabajando. Falta una mirada conjunta y compartida respecto de cómo nos hacemos cargo del problema, no solo de los equipos, sino que también de las organizaciones, y también a nivel del servicio de protección especializada – dice Daniela-. Y cómo cuidar a los trabajadores, que son los que cuidan, y de quienes depende finalmente la calidad del servicio que reciben los niños que están en la residencia de protección, se transforma en una responsabilidad de política pública”.

¿Qué estrategias se proponen en la guía?

Procedimientos, acompañamiento, formación y redes. Cuatro estrategias que nos preparan para afrontar de mejor manera las situaciones de violencia. “¿Existe un modelo que permita erradicar la violencia?”, se pregunta Daniela e inmediatamente se responde “no creo, pero sí prevenirla”.

“Primero, las personas deben estar informadas respecto de cuáles son los procedimientos y los protocolos a seguir. Y, por tanto, que las organizaciones tengan políticas de prevención de la violencia. Hay procedimientos y protocolos que hay que tener desarrollados para cumplir con la ley”, nos cuenta y continúa.

“Y acuerdo a lo que nosotras pudimos revisar, estudiar y conversar con los equipos, un paso clave es el acompañamiento. Entendido no solo como control, sino como un acompañamiento emocional, técnico y administrativo”. Daniela pone énfasis en la necesidad de activar los protocolos y unirlos con la reflexión para la acción. Nos habla de la importancia de la mirada colectiva entre todos los y las involucradas para encontrar, en conjunto, una posible solución que sea monitoreada posteriormente, con un enfoque más bien horizontal.

Seguido está la formación. “¿En qué medida las personas que trabajan en protección especializada están formadas en materia de prevención de violencia? ¿Cómo desnaturalizamos la violencia? – y reflexiona-. Los niños ingresan a la residencia porque han vivido una situación de violencia. La violencia es parte del sistema, está presente en los territorios en los que los niños viven. Y también es violento separar a un niño de su familia”.  Entonces, nos explica que se entiende que las agresiones que puedan sufrir los trabajadores y las trabajadoras son parte de NNA, es parte de esta cadena de situaciones de violencia.

La cuarta estrategia – que recogieron las investigadoras- que no aparecía en la evidencia internacional, pero que se hizo relevante a partir de las conversaciones con los equipos, es la de las redes o cómo vincularse con los distintos actores involucrados en la prevención de la violencia.

Y Daniela nos ejemplifica. “El colegio, ¿sabe que, si avisa que un niño tuvo una dificultad, puede prevenir al trabajador, que ese niño va a estar más sensible o que hay que tener más ojo? Y, ¿saben los vecinos, que ésta es una residencia? El administrador del edificio al lado, ¿sabe qué se tiene que hacer si ven a un niño circulando? Entonces – concluye- hay distintas estrategias que se pueden desplegar, que hay que construir colectivamente”.

Por lo tanto, sensibilizar a los actores que pueden ayudar a prevenir la violencia es el trabajo en red que es necesario realizar.

Una mirada al sistema de protección

Daniela nos comparte su diagnóstico al sistema de protección, desde la perspectiva de quien ha realizado intervenciones directas en distintos niveles e identifica cinco nudos críticos.

Lo primero que menciona dice relación con las expectativas de un servicio de protección especializada, que reemplazara al Sename y que venía asociado a la ley de garantías con la Defensoría de la Niñez. “Estos cambios no fueron necesariamente simultáneos, y ha enlentecido la instalación institucional de los distintos servicios”.

Asociado a ello “en qué medida las organizaciones comparten buenas prácticas, materiales, resultados de investigaciones aplicadas. En qué medida vamos subiendo el estándar de calidad de las atenciones y resolviendo los problemas del sistema colectivamente. Pero, licitamos y competimos. La pregunta es ¿en este tipo de servicios, tiene sentido la competencia?”, se cuestiona Daniela.

Por otra parte, “le estamos pidiendo al sistema de protección especializada que resuelva un problema, que es a su vez, de salud, de educación, de garantías universales. Y que es lo que se supone que venía a resolver la Ley de Protección Integral”.

Otro punto relevante que nos hace presente es la coordinación que existe entre el sistema judicial y la residencia. “Porque seguimos aplicando el artículo 80 bis, pidiendo que ingresen a niños y no hay suficiente oferta, ni necesariamente la especialización que se requiere de la oferta. Entonces se produce un contrasentido”.

Y vuelve al tema inicial. ¿Cómo nos preocupamos del bienestar de los trabajadores para poder prestar el mejor servicio? Porque podemos escribir orientaciones técnicas perfectas: qué es lo que hay que hacer, cómo hay que tratar, pero si en la práctica el nivel de rotación es altísimo, las personas no se sienten acompañadas, ni incluidas en el trabajo que hacen, no se sienten valoradas, va a seguir la rotación”.

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