“A lo mejor usted ya está implementando alguna buena práctica, pero no le ha puesto nombre de buena práctica”. Así partió Magdalena, su exposición en el webinar sobre reunificación familiar, realizado por la Corporación Crecer Mejor en 2023.
Con amplio conocimiento de estos procesos y de las dinámicas familiares que suelen vivir niños, niñas y adolescentes en residencias de protección, Magdalena Muñoz, psicóloga y magíster en Psicología Clínica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, diplomada en Estrategias de Intervención Temprana, actualmente es directora del Área de Innovación y Estudios de la Fundación Ideas para la Infancia y es docente experta en Parentalidad Positiva de la Universidad de La Laguna en España.
“Lo que ahora tenemos que hacer -continua Magdalena, luego de su presentación- es sistematizar aquellas buenas prácticas, para que ese conocimiento sea transmitible y replicable”. Y desde PROTEGE compartimos, a través de esta nota, algunas de aquellas buenas prácticas que nos dejó durante el desarrollo del webinar.
Comprender antes de evaluar
«La reunificación familiar no puede evaluarse desde el primer momento en que el niño ingresa a la residencia,» comentó con convicción. «Al principio, no sabemos con quién se va a reunificar. Necesitamos tiempo para entender la dinámica familiar y decidir si trabajaremos con la abuela, el padre, la madre, o algún otro miembro de la familia.»Este enfoque pausado y cuidadoso es esencial para Magdalena, ya que la reunificación no es simplemente un proceso administrativo, sino un camino largo y, a menudo, doloroso para el niño y la familia.
En la intervención con familias, Magdalena acentúa la importancia de ofrecer oportunidades reales de cambio. «Hay que ver los recursos en ese vínculo», menciona Magdalena, enfatizando que, para poder avanzar “son muy importantes las primeras etapas del trabajo, que también son intervención. En la primera etapa se evalúa la recuperabilidad de la familia. Vamos a dar una oportunidad que muestren indicadores de cambio y siempre digo que, una de las principales señales de que hay intención de cambio, es que asisten a las sesiones”.
En este sentido, Magdalena expone el tiempo como un factor crítico. Si las intervenciones no se realizan de manera oportuna – relata- las dificultades familiares tienden a agravarse, dificultando cada vez más la obtención de resultados positivos. «Nosotros no queremos desahuciar a ninguna familia», afirma, subrayando la importancia de actuar con prontitud.
La importancia de las intervenciones
Para Magdalena, acompañar a las familias con una intervención efectiva, que brinde las mejores herramientas posibles para la transformación, es la tarea que nos debe guiar. Destaca la importancia de intervenciones prácticas y concretas, como el establecimiento de reglas sencillas para mejorar la calidad del tiempo que los padres y los niños pasan juntos. «Las buenas intervenciones suceden primero en el setting estructurado y luego se transfieren a la vida cotidiana» concluyó, destacando que el objetivo final es que estas prácticas se integren de manera natural en la vida diaria de las familias.
Señala que tras cada encuentro, madres, padres o adultos significativos debieran llevarse una sensación positiva, una reflexión, o un aprendizaje. «No que se quede con esa sensación estresante ‘que me retaron, me dijeron todo lo malo que había hecho’», dice. Reconocer los recursos y los avances, como también generar experiencias reflexivas de lo que ha dado frutos permite cambiar las actitudes, “y al cambiar la actitud puede cambiar también la práctica”, señala Magdalena.
Pone como ejemplo una práctica simple, “a lo mejor muy de detalle, de enseñarle al adulto a mirar al niño cuando le habla y enseñarle que cuando llega la visita ponga el celular en modo avión. ‘En la residencia, cuando usted empieza la visita, deja el celular acá para que pueda concentrarse. A lo mejor después encuentra que está bueno, que le hizo tan bien, que lo sigue en su casa. Esas son las buenas intervenciones”.
Por otra parte, pone en relevancia la necesidad de participación de la familia en la vida de los niños, niñas y adolescentes que se encuentran en la residencia e instaurarlo como parte de la intervención. “¿Cómo hacemos que los papás participen de la crianza cuando el niño está en la residencia? Porque si no, ¿cómo vamos a hacer que sean más hábiles si no pueden practicar nada? -reflexiona-. Entonces pidámosles que se lleven la ropa sucia y la traigan de vuelta, limpiecita y planchada; que hagan el collage que pidieron en el colegio o le hagan el disfraz para el fin de año, pero que los padres de alguna manera participen. Yo creo que eso es algo que tenemos que ir sistematizándolo e instaurándolo como una intervención, como una buena práctica”.
Magdalena puso énfasis en que, en el proceso de reunificación familiar, surge una ambivalencia natural en los cuidadores al enfrentar el retorno del NNA al hogar describiendo cómo, en ausencia del NNA, la vida del cuidador puede parecer menos exigente. Sin embargo, con su regreso, la rutina cambia drásticamente. «Voy a tener que levantarme temprano para ir a los colegios, voy a tener que prepararle su comida saludable, voy a tener que llevarlo a terapia». La vida, inevitablemente, se vuelve más estresante.
Este aumento en el nivel de estrés es un punto relevante en las evaluaciones que se realizan en las intervenciones. «Por eso se evalúa el estrés parental», menciona, destacando que es fundamental que los cuidadores practiquen y adquieran habilidades para gestionar el estrés y los desafíos del cuidado. Solo a través de la implementación y la posterior reflexión sobre la experiencia se logra un aprendizaje efectivo, cuenta. «Esto que estamos hablando, póngalo en lo concreto, y después veamos cómo le fue, así vamos aprendiendo».
La reunificación
La idea es capacitar a los cuidadores para que puedan mantener la estabilidad en el cuidado de los niños, ofreciéndoles herramientas que les permitan enfrentar los desafíos cotidianos de manera efectiva y sientan el apoyo de la red.
Uno de los aspectos clave que aborda es la capacidad de las familias para reconocer cuándo es necesario pedir ayuda. Magdalena recalca que este es un paso decisivo en la prevención de problemas mayores: «Va a ser mucho más positivo que al identificar que estamos teniendo un problema, busquemos apoyo». Magdalena aboga por un enfoque donde los cuidadores no sólo puedan identificar las dificultades de manera oportuna, sino también buscar apoyo sin temor. «La idea es que nos vean como un apoyo positivo, no como algo negativo al que van a tener que ocultar sus dificultades», dice, enfatizando la necesidad de cambiar la percepción de las intervenciones como coercitivas, para que se conviertan en un recurso valioso y no en una carga adicional.
Ayudar a las familias en la construcción de narrativas resilientes también es esencial en este proceso. Para avanzar, es necesario enfrentar las adversidades y aprender de ellas. “Hablamos de esta situación compleja que vivimos como familia y aprendemos de lo que vivimos. No lo borramos. Siempre decimos, para poder dar vuelta a la página hay que leerla. No me puedo saltar un capítulo del libro. ¿Cómo vamos a avanzar como familia si anulamos dos capítulos? Después no voy a entender por qué la historia sigue como sigue -y se pregunta- ¿Les entregamos herramientas a esas mamás, a esas abuelas, para que sean capaces de hablar de esto?”