¿Por qué es importante una buena nutrición para niños, niñas y adolescentes?
La alimentación durante la niñez y la adolescencia es fundamental para el desarrollo físico, cognitivo y emocional. Este periodo, que abarca desde los 5 hasta los 19 años, abre una nueva oportunidad, que permite a niños y adolescentes crecer y desarrollar su cerebro.
Una nutrición adecuada mejora la capacidad de aprendizaje y favorece el rendimiento escolar, además de ayudar a niños y niñas que tienen retrasos en el crecimiento, a recuperarse.
En el contexto de las residencias de protección, donde niños, niñas y adolescentes han enfrentado situaciones de vulnerabilidad, una buena alimentación cobra aún más importancia, ya que los desafíos en estos casos involucran nivelarles nutritivamente, tanto por su salud física y desarrollo disarmónico, como para apoyar su estabilidad emocional y su capacidad de aprendizaje. Proporcionarles una dieta variada y rica en nutrientes esenciales, como hierro, vitaminas y minerales, es una forma directa de contribuir a su desarrollo integral.
Por último, es en la etapa de la niñez cuando los hábitos alimenticios y de vida que se establecen perdurarán hasta la adultez, marcando su salud presente y su bienestar futuro.
Dónde poner atención
En las residencias de protección, es esencial prestar atención a la calidad y cantidad de nutrientes que se proporcionan a los niños y adolescentes. Los nutrientes esenciales, como vitaminas, proteínas, carbohidratos, grasas y minerales, son la base para que el cuerpo se desarrolle adecuadamente y mantenga su energía para las actividades diarias. Los niños y adolescentes necesitan un equilibrio entre el consumo calórico y el gasto de energía, ya que un exceso de calorías puede derivar en sobrepeso y obesidad, y una carencia puede causar malnutrición.
Asimismo, es importante vigilar el consumo de alimentos procesados y azucarados, ya que su abuso está vinculado a problemas de salud como ansiedad, obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares, que podrían manifestarse a largo plazo.
Buenas prácticas
Para promover una buena nutrición en residencias de protección, se deben implementar algunas prácticas clave.
Contar con una nutricionista que realice las minutas de alimentación para niños, niñas y adolescentes, para garantizar una ingesta equilibrada de nutrientes, según las actividades que realicen. También es relevante que elabore minutas espaciales de acuerdo a necesidades nutritivas especiales asociadas a condiciones de salud.
La nutricionista de la residencia de protección debe coordinarse para el trabajo en red con el CESFAM, donde niños, niñas y adolescentes se atienden para sus controles sanos, de manera de estar al tanto de las necesidades nutricionales particulares de cada uno y una.
Asegurar que los niños, niñas y adolescentes consuman una dieta balanceada que incluya cereales, lácteos, carnes, huevos, frutas y verduras, reemplazando los alimentos que no les gustan por alguno que aporte los nutrientes necesarios para mantener el balance en la ingesta. Esto garantiza el aporte adecuado de los nutrientes que necesitan para crecer y mantenerse saludables.
Es importante fomentar la ingesta de agua, promoviendo un consumo mínimo de 1,5 litros diarios, evitando el uso de bebidas azucaradas y procesadas.
Educar a los niños y adolescentes sobre la importancia de los hábitos alimenticios saludables y cómo estos impactan su salud a corto y largo plazo, permitirá la comprensión de la dieta que se les ofrece.
Los cuidadores y educadores en las residencias deben ser modelos a seguir, fomentando un ambiente donde las comidas se realicen en tiempos establecidos y se evite el desperdicio de alimentos.
Es importante complementar una alimentación saludable con otros pilares de bienestar, como la actividad física y el descanso adecuado. Se recomienda que niños, niñas y adolescentes realicen al menos 60 minutos diarios de actividad física, y que los y las más pequeños duerman entre 9 y 12 y entre 8 y 10 horas, los adolescentes. Estos hábitos ayudan a mantener un equilibrio entre el consumo calórico y la energía gastada, contribuyendo a un crecimiento saludable.